martes, 5 de abril de 2016

Agresividad y violencia, de la psique a la cultura

Es mucho lo que en la actualidad se puede plantear sobre un tema como “la  violencia”. Hablar desde los aspectos estructurales, sociales, políticos, culturales, e inclusive aquellos que devienen de la misma psique. Indicando que hablamos de un fenómeno multifactorial, es decir algo que atraviesa aspectos no solo propios, o de los otros, si no del entorno mismo, transversal en las acciones que realizamos día a día, sin cuestionarlas, solo llevándolas al acto.

Antes de poder hablar de la violencia en si, es necesario poder definir dos conceptos clave los cuales serian: El concepto de agresividad y el de violencia mismo, el primero hace referencia (esto desde las definiciones de Laplanche) a “la tendencia o conjunto de tendencias que se actualizan en conductas reales o fantasmáticas dirigidas a dañar al otro”, actuando tempranamente en el desarrollo del sujeto y puede presentarse unida o desunida la pulsión sexual del sujeto. Por otro lado la violencia es un acto que parte de un fenómeno propiamente humano, suponiendo un accionar que intenta someter al otro por el uso de la fuerza, con el fin último de “anular la singularidad del otro, sus límites y autonomía” (Gonzales, 2011)1

En contraste, partiendo del enfoque de derechos humanos, y tomando en cuenta lo descrito anteriormente, podemos argumentar lo siguiente:

La agresión está presente en la mayoría de las especies animales como una respuesta innata ligada a la supervivencia, y los seres humanos, en tanto animales, visto como un mecanismo de defensa. En contraposición se plantea el concepto de violencia que se define como el uso desnaturalizado de la fuerza; desconectada del instinto de supervivencia, misma que es descargada contra otros.
Podemos notar las similitudes latentes en estas definiciones al hablar de cómo la agresividad reside en los animales y los seres humanos como un factor que deriva de lo“instintivo”. Sin embargo, la violencia deviene de lo humano, de las construcciones culturales. Siendo la base primordial para esta, de acuerdo a las definiciones planteadas: El poder, definido por  Foucault de la siguiente manera: “…las relaciones humanas, sean cuales sean ya se trate de una comunicación verbal (…), o de relaciones amorosas, institucionales o económicas- el poder está siempre presente: me refiero a cualquier tipo de relación en la que uno intenta dirigir la conducta del otro. Estas relaciones son por tanto relaciones que se pueden encontrar en situaciones distintas y bajo diferentes formas; estas relaciones de poder son relaciones móviles, es decir, pueden modificarse, no están determinadas de una vez por todas.(…) Las relaciones de poder son por tanto móviles, reversibles, inestables. (…) No obstante hay que señalar que existen efectivamente estados de dominación”.

La definición del parrafo anterior puede llegar a sonar desesperanzadora, pero consideremos que plantea el como estas relaciones de poder, de violencia, de dominación sobre el otro pueden ser móviles, lo que significa que pueden modificarse de forma que la necesidad del poder sobre el otro puede ser entendida, y hasta tratada. Poniendo sobre la mesa los porqués de esto, como puede ser: ¿Es posible  otro modo de relación a partir del cuestionamiento no solo de la estructura psíquica, si no de aquello que deviene de la cultura?

El pregunta anterior es  una de las muchas posibles preguntas, con el fin de generar modos de relación no violentas. He aqui que propuesta es: Darnos a la tarea, desde los sujetos, la psique, la cultura, y la estructura propia, de cuestionar nuestras relaciones, con el fin de generar algo nuevo a partir de esto.


1 González Oddera, Mariela; Delucca, Norma Edith, El concepto de violencia: Investigación sobre violencia vincular, Universidad de la Plata, 2011.