jueves, 25 de enero de 2018

Los excluidos ¿Una salida? ¿Una vivencia? ¿Algo que simplemente es?

¿Se puede ser una excepción sin recriminación constante? ¿Sin constatar lo que constantemente han sufrido, lo que les han privado, sin enunciar su derecho a que se los excuse de todo requerimiento, la necesidad de no ser sometido a ninguna necesidad desagradable, a ser una excepción por sobre todo? (Freud, 1916)


Freud (1916) describe que esto mismo es por una necesidad de adquirir el privilegio negado, bajo una base particular que se da solo desde aquella persona considerada una excepción, por aquella injusticia de la primera infancia. O tal vez, por aquello que trasciende de esta misma, la vida misma y el cómo se vive, quizás por eso la cita que hace de Ricardo III es tan relevante:

“Yo, que con mí burda estampa carezco de amable majestad
Para pavonearme ante una ninfa licenciosa;
Yo, cercenado de esa bella proporción,
Arteramente despojado de encantos por la Naturaleza,
Deforme, inacabado, enviado antes de tiempo
Al mundo que respira; a medias terminado,
Y tan renqueante y falto de donaire
Que los perros me ladran cuando me paro ante ellos”
(Freud, 1916) citando a Gloucester.

Una percepción de su como un ser deforme e inquietante, como aquel a quien la sociedad rechaza, que el mundo, y la misma naturaleza despechan, casi como un odio percibido por la sociedad. Sin denotar al mismo tiempo la necesidad de ser retribuido por esto, de que se le tributo. Una amargura latente. Un cuestionamiento lleno de porque ¿Por qué no tengo esto? ¿Por qué el otro si? La condena del nacer, innata “dañada en la infancia, cercenada de un pedazo y humillada sin su culpa” (Freud, 1916)

A esto la pregunta planteada inicialmente, pero de diferente forma ¿Se puede ser excluido y aun así no actuar desde la “condena” de lo cercenado? ¿Aceptarlo quizás? Para esto planteo este pequeño diálogo, fragmento de una obra:

Lo estaré. (Se arregla ante el espejo.) Usted me odia, ¿verdad? Me ahoga con sus atenciones, con su humildad, con las espadañas y la reseda. (Se levanta y dice en un tono más bajo.) Es un estorbo inútil. Hay demasiadas flores. Es mortal. (Se mira otra vez.) Estaré guapa. Más de lo que pueda usted serlo en su vida. Porque con este cuerpo y esta cara nunca podrá seducir a Mario. Ese joven lechero ridículo nos desprecia y si le ha hecho un hijo... (Genet, 1947)


Un fragmento de la obra de teatro de Jean Genet las criadas, la obra en su busca ejemplificar un rechazo latente hacia la sociedad, el desprecio mismo, la esencia del mal y en punto una liberación de esto mismo a partir de la enunciación. Este específico fragmento se asemeja a lo plateado por Freud sobre Ricardo tercero. Con la diferencia de que aquí el reclamo es quizás más directo, un reclamo ante el tributo de la excluida, que a pesar de percibir a otro con una situación similar, decide enunciar y prevalecer su exclusión como única.

En esta obra en particular de Genet hay un elemento particular, el cual es el distanciamiento, el juego de símbolos e interpretaciones que se juega con los personajes y su escenificación, un actuar que siempre habla de la misma visión de Genet, de su experiencia como excluida. Sin embargo, no se escenifica su reclamo, si no que se visualiza, se pone en la escena como algo cuestionable, como algo más allá de él, incluso al punto social.

La desesperanza como una forma de análisis, de vida, no de rendición, ni de un no actuar, sino una visión que va más allá.


Otro ejemplo de esto es la película: Un canto de amor (Genet, Un chant d'amour, 1975), en donde la escenificación misma habla de los excluidos representados es su esplendor, los presos. Aquellos aislados por la sociedad, mascados como enfermos, como no “reinsertables”. Sin embargo, muestran un lado erótico de estos, si bien en un principio sujeto a la satisfacción de la figura de autoridad (el guardia, se ve un desafío a esto, al ser dos presos mismos los que viven un vínculo erótico. Algo que frustra a la autoridad al no ser requerida, al ser excluida por los excluidos, e incluso castigarlos por ello. A pesar de todo encontrando un escape a ello, una posibilidad de vivir, un posibilidad de existencia más allá del reclamo. Difícil de nombrarle de alguna forma, pero en si abre distintas posibilidades a explorar, desde la perspectiva de Genet, y quizás algo a descubrir en su obra, que trasciende lo dicho por Freud sobre los excluidos.

Para finalizar me gustaría terminar con un fragmento de un poema de Genet (del segundo fragmento de “El condenado a muerto”):
“Evoquemos, Amor, a cierto duro amante,
enorme como el mundo y de cuerpo sombrío.
Nos fundirá desnudos en sus oscuros antros,
entre sus muslos de oro, en su cálido vientre.
Un muchacho deslumbrante tallado en un arcángel
se excita al ver los ramos de clavel y jazmín
que llevarán temblando tus manos luminosas,
sobre su augusto flanco que tu abrazo estremece.
¡Oh tristeza en mi boca! ¡amargura inflamando
mi pobre corazón! ¡Mis fragantes amores,
ya os alejáis de mi! ¡Adiós, huevos amados!
sobre mi voz quebrada, ¡adiós minga insolente.”

Bibliografía:


Freud, S. (1916). Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico. Amorrotu Editores.
Genet, J. (1947). Las Criadas. Paris.
Genet, J. (Dirección). (1975). Un chant d'amour [Película].







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