La masculinidad y la feminidad son conceptos constantemente
debatidos en las últimas décadas, surgiendo en lo coloquial bajo dos posturas:
Estas dos posturas en el debate de lo masculino y lo
femenino se dividen en el “sentido común” y la psicología constantemente
reforzándose a sí mismas y aun así difiriendo entre sí, este último
conocimiento, aquel que se deriva de la psicología, tiene dos formas de
retroalimentarse siendo la primera la consulta individual y la segunda el
trabajo grupal. (Connel, 2005)
Sin embargo, si este conocimiento es presionado, tanto
psicólogos como periodistas (representantes del “sentido común”) terminan
apelando a preceptos biológicos con parámetros como diferencias corporales y
comportamiento, diferencias hormonales y genéticas, siendo así a lo que
terminan apelando los medios.
Cabe considerar que las ciencias sociales y humanidades, debaten
y argumentan en un espectro más amplio estos conceptos, agregando definiciones
como: roles sexuales, relaciones de género, género construido socialmente y la
constitución del género dentro del discurso. (Connel, 2005)
Para empezar a hablar de masculinidad hay que considerar 3
proyectos científicos del siglo 20 importantes, edificados a partir de ella, el
primero que parte de la teoría freudiana, el segundo de la psicología social y
la idea del rol sexual, y el último centrado en el conjunto establecido por la
antropología, historia y sociología.
Enfoquémonos un poco en el primero es decir aquel que deriva
de la teoría freudiana: La conexión de la medicina al psicoanálisis atreves de
la historia ha generado esfuerzos por la normalización y el control social,
aunque en esto mismo reside un potencial mucho más radical. Freud mismo
comprendía que la sexualidad del adulto y el género no estaban arreglados por
la naturaleza, si no construidos a lo largo del conflicto. Siendo el complejo
de Edipo una clave importante partiendo de la crisis de los niños (hombres) por
su rivalidad hacia el padre y el miedo a la castración. Incluso refiriendo el
como la homosexualidad en una larga proporción retiene la cualidad de la
estructura de la masculinidad y la hipótesis de que los humanos se constituyen
en una aparente bisexualidad donde coexiste lo femenino y lo masculino.
Haciendo una compleja pero precaria constitución de la masculinidad, basada en
la ansiedad de la castración.
Ahora bien pasando al segundo precepto aquel de la
psicología social y el rol sexual:
La aceptación de la masculinidad, no es tan solo una
socialización de cierto rol de género. Más bien durante su desarrollo psicológico,
adopta e internaliza un conjunto de relaciones sociales basadas en el género;
la persona formada mediante ese proceso de maduración se convierte en la
personificación de estas relaciones (Guzmán, 2003) . Siendo de los 5 a
los 6 años la construcción de la masculinidad una respuesta a la constante
impotencia, transmitido por la familia, las instituciones, la otredad misma y
el sistema jerárquico de género.
Lo que crea la dualidad de: hombres vistos como modelos de
“grandeza” y las mujeres como otro carente. Acentuando en los hombres la
represión de la pasividad y la acentuación de la impulsividad, la negación de
cualquier presencia de feminidad, planteando la posibilidad de suprimir las
“indómitas emociones " (Guzmán, 2003) del otro, creando a su vez un sujeto
permeado por el poder pero a su vez frágil en su capacidad de mantenerlo. Esto
mismo no está sustentando en lo biológico, sino en conducta codificada e
ideología, en aquello socializado de la masculinidad, en donde se aliena y
distorsiona a los otros, creando una incapacidad por la solidaridad.
Por último más que hablar de la intersección entre la
historia, sociología y antropología las cuales tienen un amplio punto al
respecto, me gustaría hablar a profundidad del proyecto de masculinidad
sustentado en el psicoanálisis, ya no partiendo solo de lo freudiano, si no profundizando
en la teoría psicoanalítica posterior a esto:
Masculinidad y feminidad son categorías que aplican a clase,
raza y cultura en particular. (Sosa, 1998) . Esto plantea a lo
femenino como otro con lo que se enfrenta la experiencia subjetiva de los
hombres como “sujetos”, otro ajeno, hostil, que suscita rechazo. Creando así un
absoluto que no remite anda.
“…no es seguro que el inconsciente admita la existencia de 2
sexos, parece ser que el sexo masculino tiene su preferencia, no se representa
el goce más que por el sesgo del símbolo fálico y que la feminidad se hace
objeto de una desvalorización, de un rechazo, o sea de una forclusión: Freud habla
de un horror a la castración. La mujer no existe, menciona Lacan”
Aquí se explica como el inconsciente masculino, ya hablando
de la formación social de la masculinidad, no acepta la existencia de la
otredad femenina, creando una necesidad de rechazarla, denigrarla, hacerla
inexistente, al punto de que en el imaginario la feminidad misma remueve del poder,
es por eso que la acotación de Lacan no está de más “la mujer no existe” ya que
aquello que no implique lo fálico, as relaciones establecidas en el poder es
simplemente un imposible bajo este imaginario.
El problema del imaginario planteado es la toma de acciones
que representa en lo real menciona Adler “la protesta masculina es un modo de
comportamiento relacionado a la castración”, lo que se manifiesta en conductas
que atentan contra la otredad, con el fin de alejar la castración, aquel sujeto
que realizar lo posible con el fin de que el vacío significante no lo abarque,
que la ausencia del significante que representa lo femenino, esa dualidad de
amor y odio (como lo refiere Lacan) tan amenazante y fascinante para él no lo
abarque, he ahí un primer indicio del porqué del “delirio de la masculinidad”.
Algo que se abordara en artículos posteriores más a profundidad.
Referencias:
Connel, R. (2005). Masculinities.
Cambridge: Polity Press.
Guzmán, M. L. (2003). Dando
voz a los varones. Sexualidad, reproducción y paternidad de algunos mexicanos.
Morelos, Michoacan: UNAM.
Miller, J.-A. (1997). El
inconciente homosexual. Revista de Psicoanálisis no.37.
Sosa, H. L. (1998). Los
hombres y su fantasma de lo femenino. Ciudad de México: UAM.



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